Me encontrarán escurriendo mi sombra en el alcantarillado. buscando un 24 horas abierto entre mis piernas por donde pasa la muerte a veces, los hombres, otras. Me encontrarán vomitando mis delirios con un ligero zumbido en el oído como de peces gritando bajo el agua. Me encontrarán vagando descalza cuando todos se acuesten, en esa hora en que sus rostros son un cuchillo en la memoria. ¿Por qué obligarnos a cargar con nuestros cuerpos, si con el peso de la penas ya valía?
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Mostrando entradas de 2006
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Estuve mirando hacia la puerta mucho tiempo. No se cuánto. No conté los días ni los meses ni la forma en que se iban encorvando mis rodillas. Te esperé a pesar de ellos y de ellas de los ruidos molestos, de los calambres en los pies, las jaquecas, el hambre, la sed. Sabía que volverías, y te esperé para echarte de casa como a un perro.
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No quisiera que lloviera te lo juro que lloviera en esta ciudad sin ti y escuchar los ruidos del agua al bajar y pensar que allí donde estás viviendo sin mí llueve sobre la misma ciudad. Quizá tengas el cabello mojado el teléfono a mano que no usas para llamarme para decirme esta noche te amo me inundan los recuerdos de ti discúlpame, la literatura me mató pero te le parecías tanto. "Diáspora" Cristina Peri Rossi 1976
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Reconstruya usted los hechos verdaderos y mire a ver que queda tras mi sonrisa de payaso aficionado. La verdad ilumina el estómago hasta quemarlo. Haga lo que le venga en gana, yo ya aprendí a nostalgiarme a orgasmos de distancia. Su petulante amnesia no va a librarme de las mordeduras jamás. Faltaría más.
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Los poetas miran la cálida noche buscando el símil del verano y encuentran una luna enorme como un gajo de esperma. Lamiéndose la cara unos a otros se preguntan a qué sabrá el ADN enamorado. Primavera: De algún modo había que llamar a la lacrimógena sensación de que te astillen la parte más blanda del ojo hasta el verano.
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¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?– Yo nunca llevo la contraria. ¿Usted tiene más amigos que enemigos?– Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos. ¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?– Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno. ¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo?– Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año ’84. La tienda estaba vacía y entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió como si me dijera que lo entendía y que no me preocupara. Luego desapareció y nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, s...
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Las tripas del pollo los ojos de los corderos las venas de la sien cuando estallan en violeta Las moscas en la nevera las uñas abiertas por la mitad la mierda en el laberinto de la suela del zapato. El rascar cohibido y discreto de los restos del sexo seco por entre los muslos, las bocas cenicientas de labios rasgados como la arcilla y el puso partido en busca del papel higiénico. La náusea, la arcada y el vómito. Los peces de colores. Tus textos o la cabeza de Sylbia Plath cociéndose en el horno.
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El miedo a la rata fea que dormía bajo la cama se cae tras los dientes de leche. Los monstruos irrisorios, ahora, casi insultantes, se alejaban cabizbajos con el sol del adulto tiempo que llegaba. Hasta que advertimos, sin aliento. que se iban los buenos y se quedaban los malos. Que el tiempo maldito, que hacía disipar las pesadillas de niño agazapado, no nos concedió la victoria total de los miedos perdurables. Sino que nos tendría acorralados en un avanzar vertiginoso, viendo llevárselo todo a bajo precio, en un asiento de espectador privilegiado proyectando la última sesión, día tras día, de todo el puto sol desperdiciado.
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Estoy en el cuarto del hotel buscando el Mediterráneo, tras la puerta la mujer encorbada dice haber perdido la violeta o la avioneta; calla no la entiendo . Se secan los bañadores se derriten los hielos bla,bla,bla que bonito es esto . Aún me escurre medio mar de entre la piernas. La mujer se ha quedado sin violeta y el truco del vaso no funciona en la tele están poniendo los dibujos anda, joder, vuelve a la cama . En un momento de descuído ya no me gusta lo que hacemos la carne deja de ser carne y se vuelve cuestión de fé, me pongo encima tuyo porque están dando al Coyote. Ambos saltaís al vacío el coyote y tú, espatarrados al mismo tiempo, y en ese unísono rídiculo de orgasmo marca Acme me muero por salir corriendo _ ¡ Bip! ¡Bip! ¿Has acabado?
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Más allá ya no orinamos encogidos ni se quiebran los cabellos. Más allá los varones grandes no me zumban ni se acurrucan en las ingles de lija para huir de la intemperie. No se escribe con canela ni azúcar volviéndose pasta para canelones los mitos del suicidio. Más allá después de la carne, se quedan entre los dientes, un millón de posibilidades, y un día cualquiera te levanto la triste vista armoniqueando, porque mi costado de las culpas se lo ha cepillado un buitre. Más allá los condones son de la marca Abismo y el punto y la coma de sudor.
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Nos libraremos un día de los músculos azules y los intentos fallidos de llorar migas de pan, discípulos cortazianos que podemos levantarnos de un salivazo ajeno mejor que con el sol. Nos libraremos una tarde de besar la lluvia que fue llanto, porque la jodida empapa a pesar de nuestro estribillo marsupial. Nos libraremos de las angustias pintadas con olivettis/pinceles que no tenemos, con una nostalgia que envenena y unos recuerdos manidos y tullidos. Y la vida entonces será, por fin, tan vida será tan labio tan capullo tan pezón.
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Era la hora dobló cuidadosamente mi pantalón, miró los marcos de las puertas y, cansada su mirada se cruzó con la mía, en un momento le devolví la calma. De tanto no quererle se le habían desconchado las patillas, se iba pero volvería, y todo acabaría bien. Yo me quedé asustada rozandándome la cara de lo frias que se me habían quedado las mejillas.
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El hombre vacío se revuelve y vuelve cuando nadie lo mira. Le asoman las orejas de niño por los marcos de las puertas y las mujeres corren a esconderse sujetándose las faldas con las manos. De vuelta a casa, la noche entera, las rodillas se doblan para quedarse sólo anciano con el tiempo todo con el tiempo eterno. Y las horas no pasan, y la cama se enfría y aprieta los dientes para sentir la lengua quemada y abierta por las llagas de morderse los dedos para engañar el hambre. El hombre vacío se revuelve y vuelve cuando nadie lo mira.
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No alcanzo a tocarte no alcanzo la materia de las cosas que me cuentas, así de rápido se deshace mi rostro en tu huída. Las escucho jadear desde tan lejos en orgasmos acompasados y te veo poner cartoncitos en las suelas rotas de los zapatos. Y estás ahí, tan tranquilo, haciendo retroceder mi recuerdo hasta la mortal hora de su ejecución. Y ya están ahí, las putas, brotan de mis ojos lánguida y v e r t i c a l m e n t e.