Estuve mirando hacia la puerta
mucho tiempo. No se cuánto.
No conté los días
ni los meses
ni la forma en que se iban encorvando mis rodillas.

Te esperé a pesar de ellos
y de ellas
de los ruidos molestos,
de los calambres en los pies,
las jaquecas, el hambre, la sed.

Sabía que volverías,
y te esperé
para echarte de casa
como a un perro.

Comentarios

Entradas populares de este blog