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Mostrando entradas de mayo, 2005
No hay olvidos posibles, casi siempre estallan como cohetes amarillos y entonces brotan de las entrañas y explotan como arañas en azul y todo el mundo grita: "oooohhh". Luego, el eco de Biedma y de los dias de placer, el romanticismo infiel y la nostalgia eterna enganchada a los tobillos y a las caderas. Los meses de ausencia caen como piedras y eres consciente del tiempo que hace desde la esquina con La Latina, la esquina, la esquina rabiosa.
Me acojo al vicio del abandono, a los desconocidos, a los juegos de manos, a la quinta embestida, qué como bomba de bicicleta un día me hinchó de vacío y aún sigo blasfemando. Me acojo a tus resentimientos, tus todavía agradables ademanes de amor, y dejo de escarbar los restos, qúe donde no hubo mata, cariño, no habrá patata.
Mi proxeneta me dijo que se iba a hacer anacoreta yo le dije que me haría prostituta si dejaba de mirarme tan dentro. Luego le dió el sol y le entró sueño, prometió dejar de venderme el alma mientras se le desbordaba un párpado. Me gusta verle dormir así, deforme, sin acabar, mi proxeneta Merrick, mi cárcel. Tal vez, recupere el alma cuando cierre su ojo lento o yo me haga grande, y encuentre mi lado recto.