Me acojo al vicio del abandono,
a los desconocidos, a los juegos de manos,
a la quinta embestida,
qué como bomba de bicicleta
un día me hinchó de vacío
y aún sigo blasfemando.
Me acojo a tus resentimientos,
tus todavía agradables ademanes de amor,
y dejo de escarbar los restos,
qúe donde no hubo mata, cariño,
no habrá patata.

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