Nos libraremos un día
de los músculos azules y
los intentos fallidos de llorar migas de pan,
discípulos cortazianos
que podemos levantarnos de un salivazo
ajeno
mejor que con el sol.
Nos libraremos una tarde
de besar la lluvia que fue llanto,
porque la jodida empapa
a pesar de nuestro estribillo marsupial.
Nos libraremos de las angustias pintadas
con olivettis/pinceles que no tenemos,
con una nostalgia que envenena
y unos recuerdos manidos y tullidos.
Y la vida entonces será,
por fin, tan vida
será
tan labio
tan capullo
tan pezón.

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