¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?–Yo nunca llevo la contraria.
¿Usted tiene más amigos que enemigos?–Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.
¿Qué le hubiera dicho a Gabriela Mistral si la hubiera conocido?–Mamá, perdóname, he sido malo, pero el amor de una mujer hizo que me volviera bueno.
¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo?–Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año ’84. La tienda estaba vacía y entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió como si me dijera que lo entendía y que no me preocupara. Luego desapareció y nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, sólo que Kali también era la deidad de los asesinos, y esta hindú no sólo era la mujer más hermosa de la Tierra sino que también parecía ser una buena persona, muy dulce y considerada.
¿Le gustan los perros o los gatos?–Las perras, pero ya no tengo animales.
¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse? –A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishkin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin.
¿Ha sufrido mucho por amor?–La primera vez, mucho, después aprendí a tomarme las cosas con algo más de humor.
¿Y por odio?–Aunque suene un poco pretencioso, nunca he odiado a nadie. Al menos estoy seguro de ser incapaz de un odio sostenido. Y si el odio no es sostenido, no es odio, ¿no?
¿Cuándo supo que estaba gravemente enfermo?–En el ‘92.¿Qué cosas de su carácter cambió la enfermedad?–Ninguna. Supe que no era inmortal, lo cual, a los 38 años, ya iba siendo hora de que lo supiera.
¿Qué cosas desea hacer antes de morir?–Ninguna en especial. Bueno, preferiría no morirme, claro. Pero tarde o temprano la distinguida dama llega, el problema es que a veces no es una dama ni mucho menos es distinguida, sino más bien, como dice Nicanor Parra en un poema, es una puta caliente, que es algo que hace dar diente con diente al más pintado.
¿Con quién le gustaría encontrarse en el más allá?–No creo en el más allá. Si existiera, qué sorpresa. Me matricularía de inmediato en algún curso que estuviera dando Pascal.
¿Pensó alguna vez en suicidarse?–Por supuesto. En alguna ocasión sobreviví precisamente porque sabía cómo suicidarme si las cosas empeoraban
¿Usted tiene esperanzas, en qué, en quiénes?–Mi querida Maristain, vuelve usted a empujarme a los potreros de la cursilería, que son mis potreros natales. Yo tengo esperanza en los niños. En los niños y en los guerreros. En los niños que follan como niños y en los guerreros que combaten como valientes. ¿Por qué? Me remito a la lápida de Borges, como diría el ínclito Gervasio Montenegro, de la Academia (como Pérez Reverte, fíjese usted) y no hablemos más de este asunto.
¿Qué sentimientos le despierta la palabra póstumo?–Suena a nombre de gladiador romano. Un gladiador invicto. O al menos eso quiere creer el pobre Póstumo para darse valor.
Falleció el 15 de julio del 2003, ni siquiera lo dieron por la tele.

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