Ángel mío, te devoré enterito, cabeza alas y plumas, por eso ahora al suspirar no puedo dejar de reír por dentro.
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Soy la coja porque un día comencé a torcerme, alguien puso el pie dónde ni siquiera cabía un alfiler, desde entonces ando pisa. Muerdes la carne blanda como el niño que come manzanas robadas del árbol ajeno, como siempre lo has hecho como sin querer como a la lengua. Que larga es esta guerra que cortas las batallas ¿desde cuándo estarás muerto? ¿sabrás tú quién soy? No soy una ardilla las ardillas no comen ese tipo de cosas. Ve a traerme nueces a ver si las como tan despacio y la boca se me vuelve blanca como la conciencia.