Podría pedirle que volviera,
y asumir los riesgos de una negativa.
Podría reconocer esta invalidez
qué es peor que sus agravios.
Podría ignorar su falta de talento
para casi todo, sus muslos flacos
como de puta pobre,
y salir de la cama para casi nada,
con mis muslos gordos
como de pobre cerdo.
Podría abrir los ojos de una vez ,
y dejar de conformarme con el sueño
recurrente de esperanto,
que nadie entiende.

Abrir los ojos es necesario,
como lo es andar, hablar
o expulsar las flemas.
Abre los ojos, desgraciado.
No vendrá con su boca lechosa
y su voz de parturienta.
Este punzón caliente en las pupilas
que se diluye y quema,
no es su aliento, es el sol,
ya siempre será el sol.
Cierra los ojos.
Abrir los ojos no es necesario,
le saca a uno fuera de si mismo,
y le obliga a verlo todo,
a verlo todo tanto...

(De Versos para hablar alto [en construcción])

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