Mi ciudad me araña hoy
toda la cabeza,
y hurga en las cicatrices que dejó el viaje.
Mi ciudad se mofa de verme melancólica,
herida, con la boca abierta, escupiendo estupideces.
Se queja
de unas esquinas sin luz que ella no tiene,
de mi adicción a un nuevo ritmo enajenado
y de negarle con descaro mis pasos perdidos.
Mi ciudad se vuelve ajena
desea para ella bombear
con la fuerza de esas calles
como arterias y llenarme el corazón.
El espejo me responde con los ojos
de un reflejo oscurecido
disuelto en los recuerdos,
y yo le lanzo piedras para que me devuelva
las siluetas desnudas que me ha robado.
Me siento en el bordillo
buscando en el bolsillo otro billete,
pero recuerdo que no he comprado el pan
ni prendido la caldera.

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