Aún seguía hablando
cuando, yo dejé de escucharle
y empecé a imaginarme desnuda dentro de la lavadora.
Lo mejor de él no eran sus cuentos,
era cuando, entre lavado y prelavado,
como una baba espesa
se le desparramaba la verdad
por la comisura de la boca.

Comentarios

Entradas populares de este blog