Todos los años
con el verano
se dilata alguna angustia en la naríz
y en el último estornudo de la mañana
me despierto sangrando a borbotones.
Siempre creo que no parará nunca
y que me quedaré así,
empapada y pálida para siempre,
con la cabeza hacia atrás
y la consciencia en el lavabo.

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