Descolgó el teléfono un ciento
para llorar con todas la viejas
que seguían tristes después del muerto.
En la cena miramos su foto,
por el rabillo,
por si todo el ojo se iba detrás
y volvía la abuela a llorar al portal.
Al llegar las campanadas,
su reloj sigue dando cuerda
y ella nos felicita un año
que sabe a uva rancia
a casa vacía y vida congoja.
Luego el petardo se hace nostalgia
y llega el acordeón del bisabuelo,
el cazo vacío de sopas de ajo
y mi BH roja en la despensa.
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Pisarle los rosales a la vieja y cubrirse los pies de mal camino, se nos han desgastado ya las suelas será por la fricción. Pareces un viejo cartón de leche, un balón Nivea en invierno, empujas los versos sin aspecto higiénico sin antibacterias. La culpa de todo la tienen las eses los nombres con eses suenan a puta (y a tos) son cosas de la lengua, será por la fricción. Todas deberíamos tener nombre de reina para que la vida se estire dulce y plácidamente como un sábado de Calvin & Hobbes.
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