Descolgó el teléfono un ciento
para llorar con todas la viejas
que seguían tristes después del muerto.
En la cena miramos su foto,
por el rabillo,
por si todo el ojo se iba detrás
y volvía la abuela a llorar al portal.
Al llegar las campanadas,
su reloj sigue dando cuerda
y ella nos felicita un año
que sabe a uva rancia
a casa vacía y vida congoja.
Luego el petardo se hace nostalgia
y llega el acordeón del bisabuelo,
el cazo vacío de sopas de ajo
y mi BH roja en la despensa.
Un amigo me decía que su quiosquero le repetía constantemente:
-La vida hace esquina-
Todo lo que entraba y salía de la vida del viejo, sucedía en aquella esquina.
Pues bien, supongo que a unos les pilla más de costado que a otros,
y que lo único que pretendes, al fin y al cabo,
es que alguíen compre el coleccionable.
Comentarios