Al quinto bostezo
su aire difícil
se le metió dentro.
Le llenó la boca
y el pulmón de resonancia,
de memorias de guerra
y galardones de gloria.
La dejó sumisa
para después del postre
cerca de la mesilla de noche.
Ella se fue comiendo
a base de padrastros,
él se fue engañando
a base de Belmondos.
Cuando ella creyó
controlar la histeria,
el de miradas putas
le arrancó el último pellejo.

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