Nos embadurnamos
en la encimera de la cocina,
de mermelada, de celos, de azúcar
y cal para espolvorear.

Nos quedamos dormidos
con las mejillas pegajosas
y los dedos de los pies con mantequilla,
en un mármol helado
que calmaba los bocados.

Pero, luego
te asediaron las cucarachas
mientras yo me daba una ducha.

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