La manos heladas en el desayuno
por haber estado hurgando en los congelados,
sección gambas, de mis sueños.
Por haberme encorvado con el bolso de mamá
mientras las estanterías se doblaban hacía dentro
y las viejas grises se perdían entre los dedos de plástico
de los guantes de goma.
La leche rancia por entre los huecos de las cámaras
y un hombre feo de seguridad dentro de una bolsa de galletas.
Salí dejando pisadas azules de detergente
hasta el felpudo de mi casa...
sólo que yo no tengo felpudo.

Bienvenida a casa, Susana.

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