Apunté su número de lapicero
en el billete arrugado de viaje roto,
y las píldoras marrones se desbordaron del bolso.
Hoy tomamos tres,
una a juego con los encabezamientos de cafeína,
otra, por dormir con todas las cosas menos contigo,
y otra, por el sol de mediodía en la terraza
que volvió a recordarme que aún no tengo casa.

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