Aprendo, consumo despacio. Digiero palabras que engordan los talones.
Espero sus gestos de complicidad, aunque sean forzados.
Regreso de todas partes. Despierto del lunes, del viernes, incluso del domigo.
A veces me salpica una de sus sonrisas, y casi parece él de nuevo.
Aprendo pero,
ya casi no recuerdo a qué sonaban sus renglones.

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