Silencio.
Para disolver el trozo de áspera normalidad que se me ha quedado en la garganta.
Silencio.
Para no despertar los secretos dormidos, no sea que se les escape algo.
Silencio.
Para dejarme caer de la manecilla roja del despertador, que no me suelta.
Silencio.
Para callarte, por favor, silencio.

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