Se volvió hacia ella sin querer,
le arañó despacio las promesas
y le apretó fuerte la boca.

Ella no vió la sal
en el bolsillo del verano,
y él se volvió gris
tan gris como el invierno.

Y con la paz elegida
y los zapatos abrochados,
los dos se quedaron mudos,
ajenos y viejos.

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