Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2003
A veces alguien extiende una receta para curarte los males: "Tenga estos ojos verdes, sin límite de tiempo y suba." A veces alguien está justo donde hace falta.
Estoy triste. Necesito hablar contigo. Mierda.
Volver a casa, para terminar un año. No se si celebrarlo o echarme a llorar. Salí huyendo Ni siquiera me acordé del pez. Supongo que estará muerto para cuando regrese. Al menos mi calle está donde la dejé. Huele diferente. Se me hace tarde para reflexionar sobre el nuevo año. Me conformaré con conseguir tirar algunas cosas por el desagüe..... junto con mi pez, claro.
Tengo que dejar de juzgarme por su culpa, soy yo la que tiene que vivir conmigo. Es la última vez que desayunamos juntos mi millar de errores y yo.
Esperé cinco minutos más para volver a llegar tan tarde como me diese tiempo. Maldita lluvia.
Y me encogía en la escala de los mapas de tu mundo y era tan pequeña que me pesaban los besos. Aplastada por tus silencios tediosos, eternos aplastada por unos ojos tristes, tan tristes... Y sigo buscando tu burbuja de ángulos perfectos, para poder crecer y poder querer.
Te escribo porque ayer encontré un beso tuyo junto al par de zapatos marrón. Me alarmé pensando que podía tener la habitación llena de besos y no haberme dado cuenta. Te ruego que pases pronto a recogerlos, no sea que un día mientras duerma, me crea ingenuamente que estás de nuevo a mi lado.
Historias con sabor a té:    Justo cuando disolvía las lágrimas con la cuchara, volví a caerme dentro. Sin llegar a ver el fondo, estaba empapada en ese caliente olor a recuerdo insoportable. Nadé en círculos durante un buen rato, comprobando que no llegaba a ninguna parte, a ninguna esquina lo suficientemente grande como para esconderme.    Me quedé flotando en el centro. Intenté recopilar las razones por la cuáles me veía de nuevo en aquella ridícula situación. Cuanto más pensaba más me hundía, así que dejé de compadecerme de mi misma. No podía flotar eternamente, miré hacia arriba y allí estaba yo, como cada tarde, en mi empeño por conseguir la cara más triste del mundo.    Sólo cabía esperar que mañana pudiera seguir divagando desde el borde de la taza, con los pies colgando, para al menos, no hundirme del todo.