Historias con sabor a té:

   Justo cuando disolvía las lágrimas con la cuchara, volví a caerme dentro. Sin llegar a ver el fondo, estaba empapada en ese caliente olor a recuerdo insoportable. Nadé en círculos durante un buen rato, comprobando que no llegaba a ninguna parte, a ninguna esquina lo suficientemente grande como para esconderme.
   Me quedé flotando en el centro. Intenté recopilar las razones por la cuáles me veía de nuevo en aquella ridícula situación. Cuanto más pensaba más me hundía, así que dejé de compadecerme de mi misma. No podía flotar eternamente, miré hacia arriba y allí estaba yo, como cada tarde, en mi empeño por conseguir la cara más triste del mundo.
   Sólo cabía esperar que mañana pudiera seguir divagando desde el borde de la taza, con los pies colgando, para al menos, no hundirme del todo.



Comentarios

Entradas populares de este blog